domingo, 23 de octubre de 2016

un nobel para dylan (y para la música)

Considero que la música es una de las formas más maravillosas y efectivas de transmitir poesía; mensajes que calen en tu esencia y sean capaces de cambiar la perspectiva de ver las cosas. Allá por 1963, un joven de veintidós años, provisto de una guitarra y de una armónica, preguntó musicalmente: “¿cuántos caminos debe recorrer un hombre, antes de reconocerse como tal?” o “¿cuántas veces debe un hombre mirar hacia arriba antes de que realmente pueda ver el cielo?” y se convirtió, sin saber, en el punto de inicio de una nueva vía de expresión sonora que influiría decididamente en el pensamiento de su tiempo, declarando finalmente: “la respuesta, amigo mío, está soplando en el viento”. 

Cuántos escritores habrían deseado que sus palabras llegaran a tanta gente a tan corta edad. Cuántos —pregunto— habrían querido experimentar, convertirse en camaleones, reinventarse de diversas formas, no mejores o inferiores a sus distintas etapas, solamente diferentes y sin importarle las lisonjas y detracciones. Marcar distancias con la responsabilidad de haber sido la voz de protesta de una generación y escribir, pasado los cuarenta, algo como: “Ha pasado mucho tiempo desde que una extraña mujer se coló en mi cama/Mira qué dulzura al dormir/Qué libres deben ser sus sueños”. 

No entiendo nada de poesía, de música algo más, pero lo poco que sé y disfruto me basta para estar conforme con que un cantautor como Robert Zimmerman haya recibido el Nobel de Literatura, hecho que por supuesto escandaliza y desgarra las investiduras de los puristas. Vargas Llosa, por ejemplo, postergado tanto tiempo a ese galardón, ha afirmado que la Academia Sueca se dejó ganar por la 'Civilización del Espectáculo' —título de uno de sus ensayos— y que lo próximo que harán será otorgar el Nobel a un futbolista. Los tiempos están cambiando, mi estimado escribidor, y como el recientemente galardonado cantaba en 1964 —año en que usted publicó su La ciudad y los perros—, yo le diría: “Vamos, escritores y críticos, que profetizan con sus plumas/Mantengan los ojos abiertos, la oportunidad no se repetirá/Y no hablen demasiado pronto, porque la ruleta está girando/Y nadie puede decir quién es el designado/Porque ahora el perdedor será el que gane después”.

Zimmerman —su apellido real, Lennon lo llama así en God— o más conocido como Bob Dylan —en tributo al poeta Dylan Thomas— ha publicado una docena de libros (la mitad de dibujos y pinturas) pero nadie lo recordará por ello. Su legado a la cultura se encuentra en sus canciones, en sus letras que transcurrido más de media centuria, todavía gustan y calan en las nuevas audiencias. Su fraseo tiene mayor vigencia que la de muchos poetas de antaño que parecen condenados al olvido. Lo que incomoda a los doctos y eruditos es precisamente el hecho que su 'poesía' no provenga de los libros al estilo de Byron o Whitman, si no que sean cantadas, expresadas con música, con su para algunos molestosa inflexión nasal, olvidándose justamente que la literatura comenzó como una expresión oral, narrada y cantada por grandes oradores como Homero o Píndaro y la tradición se reavivó en los tiempos analfabetos del Medioevo con los cantares de gesta propalados por los juglares.

“Dylan canta para mí y para cuatro personas más en el mundo”, decía mi amigo Gonzalo Tapia, el mayor cultor del judío nacido en Minnesota que conozco, refiriéndose a la profundidad de sus composiciones, crípticas e inaccesibles para la mayoría. La letra de una canción guarda tanto valor como las letras plasmadas en el papel. El nivel textual es el mismo, a pesar que muchos obsesos, encerrados en su purismo, no desean aceptar. Cantautores de rocanrol como Leonard Cohen resultan igual de poetas como cualquiera que funge de tal. Jim Morrison quiso que se le tomara en serio como vate, dijeron de su libro An American Prayer: “está bien para tratarse de una estrella de rock”, abandonó a The Doors, se fue a París como tantos y murió sin publicar otra línea, siendo hoy tema de discusión si tenía o no talento literario. 

Particularmente opino que las canciones permiten a la poesía una oralidad ,ás universal, llegar a una mayoría que ha hecho de los libros meras tumbas de papel. La Academia Sueca en vez de bastardear —denigrar— el Nobel, lo que ha hecho es darle acogida a nuevas formas de expresión literaria (como las publicaciones digitales). Lo curioso de todo es que el propio Dylan todavía no se pronuncia y no se sabe si el próximo 10 de diciembre viajará a Estocolmo y recibirá el premio. Seguro se encuentra en una encrucijada como cuando se convirtió al cristianismo y cantó: “Vas a tener que servir a alguien, de verdad que sí/vas a tener que servir a alguien/Bueno, puede ser el Diablo o puede ser el Señor, pero tú vas a tener que servir a alguien... Bob Dylan, vas a tener que servir a alguien”.

2 comentarios:

Gonzalo Tapia dijo...

Los cambios frecuentes en su temática han hecho sospechar que los reconocimientos de la multitud, siempre lo han incomodado. Ahora no se cómo hará para vivir con ese premio Nobel. Inevitablemente, como una gallina al lado de su huevo, como decía Martin Adan. Un abrazo, Alfieri. Te reitero mi agradecimiento por tu mención. La aprecio mucho. A fin de año estaré por Trujillo y te buscaré para conversar!

Gonzalo Tapia dijo...

Ante la amable incitación de mi amigo Alfieri debo decir que ya no me acuerdo de quiénes habrán sido esos otros 4 a quienes pretensiosamente sindiqué como los únicos interlocutores del mensaje dylanciano (además de yo mismo). Sin embargo puedo asegurar que no eran suecos…
Como bien lo sugiere Alfieri, para Robert Zimmerman, la formación de consensos siempre fue fuente de desconfianza, y los edificadores de mitología, el enemigo principal. Entonces, nada más digno de ser considerado criterio de error que el consenso general, que la académia sueca personifica, tal vez sin habérselo propuesto.
También acierta Alfieri en que la lírica cantada, es tan literatura como la que no se canta, o como la prosa de los novelistas que, como ha dicho bellamente el poeta Marco Martos (https://goo.gl/EEcxdG), y por lo tanto las quejas de los novelistas, los disconformes más conspicuos, y ululantes, es banal.
Es también banal la pretensión de homogenizar, al cantor americano de la lucha por los derechos civiles, al apologista más convincente del uso de la mariguana y otras hierbas, al delicado misógino aun no denunciado por el movimiento "Ni una menos", al vibrante converso cristiniano renacido, o al profeta críptico. Me pregunto ¿a cuál de ellos habrán querido premiar esos suecos? Hay agua abundante para que muchos alimenten sus molinos en la obra de un artista tan complejo, arbitrario y adverso a "la consecuencia"
Someone else is speakin’ with my mouth, but I’m listening only to my heart
I’ve made shoes for everyone, even you, while I still go barefoot
Aún así, descalzo, creo que Bob Dylan seguirá sobreviviendo a cualquier premio.