lunes, 4 de diciembre de 2017

¡campeones!

La última vez que Alianza Lima se coronó campeón fue frente a Cienciano en un ya lejano 27 de diciembre de 2006. Tengo motivos personales para recordarlo bien. Esa noche bauticé a mi Alfi en el templo de Nuestra Señora de Alta Gracia en la Urb. Primavera-Trujillo y durante toda la ceremonia un audífono casi imperceptible que colgaba de mi oído me mantuvo más pendiente de lo que acontecía en Matute que en las palabras del párroco. De allí que seguro mi hijo mayor me haya salido medio hereje y yo tenga a Alianza como mi suprema religión. 

En los cuarenta y seis años que estoy próximo a cumplir, la institución íntima ha sumado nueve títulos. Tres de ellos no los recuerdo. En 1975 tenía poca edad y en el bicampeonato de 1977-1978 vivía más interesado en animes como Meteoro o Fantasmagórico. Empero mi primer recuerdo de mi equipo viene del siguiente año, de la Copa Libertadores 1979 que nos tocó enfrentar a equipos brasileños —Guarani y Palmeiras— y que a pesar de no cosechar ni un puto punto, en el Clásico que perdimos y toda mi familia hinchaba por Universitario, en un gesto de rebeldía elegí hacerle barra al equipo de uniforme blanco y negro —el televisor Westinghouse de mi casa era en B/N—, una actitud que nació en definitiva por darle la contra a mi viejo, una broma que luego tomaría en serio y que sin imaginarlo, con el correr del tiempo iba a formar parte de mi vida. 

El primer título de Alianza que disfruté fue el de 1997, una tarde de media semana. Mi viejo ya se había ido de la casa y yo lo vi con él, en su propia sala. Un 0-5 contundente frente al Atlético Torino en la calurosa Talara, puso fin a una sequía de diecinueve años sin títulos. Cuatro años después, de nuevo en la casa de mi viejo, vi a Alianza ganar por penales al Cienciano el título del Centenario. El bicampeonato de 2003-2004 los vi con mi suegro en su casa (cuando todavía no me casaba) donde los agarramos de hijos al Sporting Cristal. 

No recuerdo el subcampeonato de 1982. Si bien ya me gustaba ver fútbol por televisión, los canales no apostaban por transmitir el torneo local. De 1983 recuerdo la desastrosa campaña en la Libertadores frente al América de Cali y el Tolima y de 1984 la soberana paliza 11-0 contra el Sport Pilsen de Guadalupe, con hat-trick de Cubillas. En 1985 debo reconocer mis simpatías viraron hacia el Mannucci de Calín Delgado y Pocho Valdez. Fue la única vez que me alegré por una derrota de 0-1 de Alianza, en una tarde lluviosa en el Mansiche en que vi pasar delante de mí a Jaime Duarte con cara de pocos amigos, había sido expulsado de la cancha.

En 1986-1987 mi interés se depositó en la Juventus de Michel Platini (mi máximo ídolo). Los partidos de la Serie A italiana eran transmitidos los domingos en la mañana por TV Perú con la locución de Raúl (“Se sienten pasos en el arco…”) Maraví. Ese 1986 pisé el Alejandro Villanueva por primera vez para ver con mi primo Cuqui (hincha de la U) el partido de despedida de Cubillas. A mediados de ese año, ya aficionado a escuchar los partidos a través de la radio escuché a Alianza perder por primera vez un partido decisivo por penales frente a la San Agustín. A fines de ese año los blanquiazules ganaron el Descentralizado y forzaron un partido definitivo frente a los agustinos en enero del siguiente año, partido que escuché por radio en la casa de Renzo Vinatea frente a la plazuela de Huanchaco y que perdimos 0-1 con gol del ‘Burrito’ Ziani. No sabía que sería la primera de muchas finales sufridas. 

La final de 1987 se disputó a fines de marzo de 1988. La Libertadores frente al Peñarol y el Sport Progreso y la posterior tragedia del Fokker fueron los vectores que me hicieron asumir mi aliancismo con total convicción. El título lo perdimos 0-1 frente a la U que entrenaba Oblitas. Recuerdo de ese partido a un hincha grone disfrazado de gallina saltando en la pista atlética, una banderola crema agradeciéndole a Samuel Eugenio por su garra, a José Velásquez saliendo expulsado de la cancha. No me acuerdo más nada. Era el comienzo de un periodo oscuro para los victorianos, con ‘Clásico de la Vergüenza’ incluido. Habría que esperar hasta 1993 para que Alianza volviera a levantar cabeza con los llamados ‘potrillos’ (en homenaje a Lucho Escobar), subcampeonato al ganarle por penales a Cristal y Waldir Sáenz anotando treinta y un goles ese año, sin sospechar todavía que estaba camino a convertirse en el goleador histórico del club. 


El subtítulo de 1994 se consiguió con golazos de Jayo en un Clásico. El de 1996, por el punto adicional al quedar segundos en el Descentralizado. El de 1999 una mala noche del  ‘Loquito’ Del Mar nos costó que la U nos derrotara 3-0 en el Nacional y a pesar que ganamos 1-0 en casa, no pudimos evitar que nuestro máximo oponente diera la vuelta en Matute. Tendría que pasar una década para  ‘lograr’ un segundo puesto más, el de 2009 frente al Universitario de Nolberto Solano que se mostró muy superior a lo largo de la temporada (nos ganaron en los cuatro Clásicos). Si bien todos los segundos puestos duelen, creo que ninguno de los mencionados se compara con el de 2011 frente al Aurich a quien se le ganó muy bien en Chiclayo, se perdió 0-1 de forma absurda en Matute (y Coco Bazán se ganó la animadversión de la hinchada por su expulsión), se disputó un tercer partido que terminó 0-0 tras 120 minutos y perdimos en la tanda de penales. Si este último domingo cada hincha blanquiazul estuvo nervioso en estadio lleno, frente a un rival pequeño como el Comerciantes Unidos, fue porque arrastrábamos el trauma de seis años atrás, trauma que con dos oportunos goles de Gabriel Leyes nos pudimos aliviar.  

Tuvieron que pasar pues once años, una década en que la comunicación a través de redes sociales ha hecho que el mundo cambie. Cuando Alianza campeonó por última vez no existía Facebook ni memes hirientes, ya habían blogs como este que comencé a alimentar a partir de 2008. Tuvimos que soplarnos tres títulos del Cristal, tres de un bisoño San Martín que se convirtió en ‘nuestra sombra blanca’ (como antaño lo fue el Centro Iqueño), dos de la U y uno del Aurich y uno del Melgar. Vimos a Alianza golear 4-1 al Estudiantes de la Plata en lo que debe ser el mejor partido en nuestra historia en la Libertadores. Tuvimos que soplarnos tres Olimpiadas, dos mundiales, los ocho años de gobierno de Barack Obama, el primer presidente ‘grone’ de Norteamérica, tuve que ver el nacimiento de Claudio, mi segundo hijo, que a pesar de sus limitaciones lexicales pronuncia: ¡Vamos, Aliasia!, me acompaña con más fidelidad en los partidos que su hermano mayor. Tuvimos que soportar las burlas de todas las tiendas repitiendo al unísono: ¡Se viene el quino!”, al igual que en los periodos de sequía de 1933-1948 y 1978-1997 y que felizmente no vamos a ‘celebrar’. 

Aparte de los picones extremos, me da gusto que la mayoría de mis amigos rivales reconozcan que Alianza Lima fue el mejor. Mérito de la dirigencia que limpió el camerín de tanto argollero que se creía dueño del club y de Bengoechea que al estilo uruguayo sacó provecho de un equipo barato y limitado (cuyo presupuesto es 50% menor que el de la U y Cristal), sin buenos laterales y un centro delantero, volviéndose muy poderoso de local donde no perdió ningún partido. Con el título número veintitrés en la rica historia íntima cerramos pues un 2017 espectacular en el balompié nacional, año en que Sport Boys regresó a Primera División y Perú volvió a clasificar a un Mundial. Como dicen, están pasando cosas y podemos en 2018 aspirar a más.             

0 comentarios: